Infección, enfado, irritación, rabia, fastidio.
La infección representa una de las causas más frecuentes de los procesos de enfermedad en el
cuerpo humano. La mayoría de los síntomas agudos son inflamaciones ("-itis"), desde el
resfriado hasta el cólera y la viruela, pasando por la tuberculosis.
Es una terminología « bélica», ya que se trata realmente de una «guerra en el cuerpo»: una
fuerza de agentes enemigos (bacterias, virus, toxinas) que adquiere proporciones peligrosas es
atacada y combatida por el sistema de defensas del cuerpo.
Esta batalla la experimentamos
nosotros en síntomas tales como hinchazón, enrojecimiento, dolor y fiebre. Si el cuerpo consigue derrotar a los agentes infiltrados, se ha vencido la infección. Si ganan los invasores, el
paciente muere.
Para nuestro razonamiento, trasladaremos la analogía a otro plano: el psíquico. También una
persona puede explotar.
Pero con esta expresión no nos referimos a un absceso sino a una
reacción emotiva por la que trata de liberarse un conflicto interior.
Nos proponemos contemplar
sincrónicamente los tres planos «mente–cuerpo–naciones» para apreciar su exacta analogía
con «conflicto–inflamación–guerra» , la cual encierra ni más ni menos que la clave de la
enfermedad.
La polaridad de nuestra mente nos coloca en un conflicto permanente, en el campo de tensión
entre dos posibilidades.
Constantemente, tenemos que decidirnos, renunciar a una posibilidad,
para realizar la otra. Por lo tanto, siempre nos falta algo, siempre estamos incompletos.
Dichoso el que pueda sentir y reconocer esta constante tensión, esta conflictividad, ya que la
mayoría se inclinan a creer que, si un conflicto no se ve, no existe.
Pero cuando el individuo no
está dispuesto a tomar consciencia de sus conflictos, asumirlos y buscar solución, ellos pasan al
plano físico y se manifiestan como una inflamación.
Toda infección es un conflicto
materializado.
El enfrentamiento soslayado en la mente (con todos sus dolores y peligros) se
plantea en el cuerpo en forma de inflamación.
Examinemos este proceso en los tres planos de inflamación–conflicto–guerra:
1. Estimulo: penetran los agentes.
Puede tratarse de bacilos, virus o venenos (toxinas). Esta
penetración no depende tanto —como creen muchos profanos— de la presencia de los agentes
como de la predisposición del cuerpo a admitirlos. En medicina, se llama a esto falta de
inmunidad.
Esta frase puede aplicarse casi literalmente al plano mental, ya que tampoco aquí
se trata de hacer que el individuo viva en un mundo estéril, libre de problemas y de conflictos,
sino de que sea capaz de convivir con ellos.
Examinando el proceso inflamatorio en sí, sin asociarlo a un órgano determinado, vemos que en
la primera fase (estímulo) los agentes penetran en el cuerpo.
Este proceso corresponde, en el
plano psíquico, al reto que supone un problema.
Un impulso que no hemos atendido hasta
ahora penetra a través de las defensas de nuestra conciencia y nos ataca. Inflama la tensión de
una polaridad que, desde ahora, nosotros experimentamos conscientemente como conflicto. Si
nuestras defensas psíquicas funcionan muy bien, el impulso no llega a nuestra conciencia,
somos inmunes al desafío y, por lo tanto, a la experiencia y al desarrollo.
2. Fase de exudación: los atacantes se han introducido y formado un foco de inflamación. De
todas partes afluye el líquido y experimentamos hinchazón de los tejidos y tensión. Si durante
esta segunda fase observamos el conflicto en el plano psíquico, veremos que también en él
aumenta la tensión. Toda nuestra atención se centra en el nuevo problema —no podemos
pensar en otra cosa—, nos persigue de día y de noche —no sabemos hablar de nada más—,
todos nuestros pensamientos giran sin parar en torno al problema.
De este modo, casi toda
nuestra energía psíquica se concentra en el conflicto: literalmente, lo alimentamos, lo
hinchamos hasta que se alza ante nosotros como una montaña inaccesible. El conflicto
ha inmovilizado todas nuestras fuerzas psíquicas.
3. Reacción defensiva: el organismo fabrica unos anticuerpos específicos para cada tipo de
atacantes (anticuerpos producidos en la sangre y en la médula). Los linfocitos y los granulocitos
construyen una pared alrededor de los atacantes, los cuales empiezan a ser devorados por los
macrófagos. Por lo tanto, en el plano corporal, la guerra está en su apogeo: los enemigos son
rodeados y atacados.
Si el conflicto no puede resolverse localmente, se impone la movilización
general: todo el país va a la guerra y pone su actividad al servicio de la conflagración.
En el
cuerpo experimentamos esta situación como:
4. Fiebre: las fuerzas defensivas destruyen a los atacantes, y los venenos que con ello se
liberan producen la reacción de la fiebre.
En la fiebre, todo el cuerpo responde a la inflamación local con una subida general de la temperatura.
Por cada grado de fiebre se duplica el índice de
actividad del metabolismo, de lo que se deduce en qué medida la fiebre intensifica los procesos
defensivos.
Por ello la sabiduría popular dice que la fiebre es saludable.
La intensidad de la
fiebre es, pues, inversamente proporcional a la duración de la enfermedad.
Por lo tanto, en
lugar de combatir pusilánime y sistemáticamente cualquier aumento de la temperatura,
deberíamos restringir el uso de antitérmicos a los casos en los que la fiebre alcance
proporciones peligrosas para la vida del paciente.
5. Lisis (resolución): supongamos que ganan las defensas del cuerpo, que ponen en fuga a
una parte de los agentes extraños y se incorporan a los demás (devorándolos) con la
consiguiente destrucción de defensas e invasores. Estas bajas de ambos bandos constituyen el
pus. Los invasores abandonan el cuerpo transformados y debilitados. También el cuerpo se ha
transformado porque ahora:
a) posee información sobre el enemigo, lo que se
llama «inmunidad específica», y
b) sus defensas han sido entrenadas y
robustecidas: «inmunidad no específica» . Desde el punto de vista militar, ello supone el triunfo
de uno de los contendientes, con pérdidas por ambos lados.
No obstante, el vencedor sale del
conflicto fortalecido, ya que ahora conoce al adversario y puede estar preparado.
6. Muerte: también puede ocurrir que venzan los invasores, lo cual produce la muerte del
paciente. El que nosotros consideremos nefasto este resultado se debe exclusivamente a
nuestra parcialidad; es como en el fútbol: todo depende de con qué equipo se identifica uno.
La
victoria siempre es victoria, gane quien gane, y también termina la guerra. Y también se celebra
el triunfo, pero en el otro lado.
7. El conflicto crónico: cuando ninguna de las partes consigue resolver el conflicto a su favor,
se produce un compromiso entre atacantes y defensas: los gérmenes permanecen en el cuerpo,
sin vencerlo (matarlo) pero sin ser vencidos por él (curación en el sentido de la restitutio ad
integrum). Es lo que se llama la enfermedad crónica. Sintomáticamente, la enfermedad crónica
se manifiesta en un aumento del número de linfocitos y granulocitos, anticuerpos, mayor
velocidad de sedimentación de la sangre y décimas de fiebre.
La situación no ha podido quedar
despejada, en el cuerpo se ha formado un foco que constantemente consume
energía, hurtándola al resto del organismo: el paciente se siente abatido, cansado, apático. No
está ni enfermo ni sano, ni en guerra ni en paz, sino en una especie de compromiso que, como
todos los compromisos del mundo, apesta.
El compromiso es el objetivo de los cobardes, de los
« tibios» (Jesús dijo: «Me gustaría escupirlos. Sed ardientes o fríos» ).
En lo psíquico, el compromiso representa el conflicto permanente.
Uno permanece inactivo ante
el conflicto, sin valor ni energía para tomar una decisión. Cada decisión supone un sacrificio —
en cada caso, sólo podemos hacer o una cosa o la otra— y estos sacrificios necesarios generan
ansiedad.
Por ello, muchas personas se quedan indecisas ante el conflicto, incapaces de
decantarse por uno u otro polo. No hacen más que cavilar cuál puede ser la decisión correcta y
cuál, la equivocada, sin comprender que, en el sentido abstracto, nada es correcto ni erróneo,
porque, para estar completos y sanos, necesitamos ambos polos, pero dentro de la polaridad,
no podemos realizarlos simultáneamente sino uno después del otro. ¡Empecemos, pues, por
uno de ellos y decidámonos ya!
Toda decisión libera. El conflicto crónico consume energía constantemente, provocando en el
plano psíquico la consabida abulia, pasividad o resignación.
Ahora bien, cuando nos
decantamos por uno de los polos del conflicto, inmediatamente percibimos la energía liberada
por nuestra elección.
Como el cuerpo sale de cada infección fortalecido, así también la mente sale de cada conflicto
más despejada, ya que al afrontar el problema ha aprendido algo, al enfrentarse con los polos
opuestos uno tras otro, ha ampliado fronteras y se ha hecho más consciente.
De cada conflicto
extraemos información (toma de conciencia) que, análogamente a la inmunidad específica,
permite al individuo que en adelante pueda tratar el problema sin peligro.
Además, cada
conflicto superado enseña a los humanos a afrontar mejor y con más valentía los
problemas, lo cual corresponde a la inmunidad no específica del plano físico.
Antiguamente, los padres sabían que un niño, después de una enfermedad (todas las
enfermedades de la infancia son infecciones), daba un salto en su desarrollo.
Al salir de la
enfermedad, el niño no es el mismo que antes.
La enfermedad le ha hecho crecer.
Pero no sólo
las enfermedades de la infancia hacen crecer.
La inflamación es el conflicto trasladado al plano material. Pero no por ello debe cometerse el
error de restar importancia a las enfermedades infecciosas alegando «yo no tengo conflicto
alguno». Precisamente este cerrar los ojos al conflicto conduce a la enfermedad.
Para esta
indagación hace falta algo más que una mirada superficial: se necesita una sinceridad
implacable que suele ser tan incómoda para la conciencia como la infección lo es para el
cuerpo.
Y es esta incomodidad lo que queremos evitar en todo momento.
La enfermedad nos hace sinceros.
Antibióticos: Esta palabra se compone de dos voces griegas, anti = contra y bios = vida. Los
antibióticos son, pues «sustancias dirigidas contra la vida». ¡Esto es sinceridad!
Esta hostilidad de los antibióticos a la vida se funda en dos fases.
Si recordamos que el conflicto
es el verdadero motor del desarrollo, es decir, de la vida, toda represión de un conflicto es
también un ataque contra la dinámica de la vida en sí.
Se suscita la pregunta de si, básicamente, el proceso de la enfermedad corporal puede sustituir
a un proceso psíquico.
No es fácil responder a esto, ya que la división entre conciencia y cuerpo
es sólo una herramienta de argumentación, pues en la realidad el linde no está muy marcado.
Porque aquello que se produce en el cuerpo lo experimentamos también en la conciencia, en la
psiquis.
Cuando nos golpeamos el dedo con un martillo, decimos: me duele el dedo. Pero ello
no es exacto, ya que el dolor está sólo en la mente, no en el dedo. Lo que hacemos es sólo
proyectar la sensación psíquica de « dolor» al dedo.
Precisamente por ser el dolor un fenómeno
mental podemos influir en él con tanta eficacia: mediante la distracción, la hipnosis, la narcosis,
la acupuntura. (¡El que considere exagerada esta afirmación, recuerde el fenómeno del dolor
fantasma!) Todo lo que experimentamos y sufrimos en un proceso de enfermedad física ocurre
sólo en nuestra mente.
La definición «psíquica» o «somática» se refiere sólo a la superficie
de proyección.
Si una persona está enferma de amor, proyecta sus sensaciones sobre algo
incorpóreo, es decir, el amor, mientras que el que tiene anginas las proyecta en la garganta,
pero uno y otro sólo pueden sufrir en la mente.
La materia —y, por lo tanto, también el
cuerpo— sólo pueden servir de superficie de proyección, pero en sí nunca es el lugar en el que
surge un problema y, por consiguiente, tampoco el lugar en el que pueda resolverse.
El cuerpo, como superficie de proyección, puede representar un excelente auxiliar para un
mejor discernimiento, pero las soluciones sólo puede darlas el conocimiento. Por lo tanto, cada
proceso patológico corporal representa únicamente el desarrollo simbólico de un problema cuya
experiencia enriquecerá la conciencia.
Ésta es también la razón por la que cada enfermedad
supone una fase de maduración. Es decir, entre el tratamiento corporal y psíquico de un
problema se establece un ritmo.
Si el problema no puede ser resuelto sólo en la conciencia,
entonces entra en funciones el cuerpo, escenario material en el que se dramatiza en forma
simbólica el problema no resuelto.
La experiencia recogida, una vez superada la
enfermedad, pasa a la conciencia.
Si, a pesar de las experiencias recogidas, la conciencia sigue
siendo incapaz de captar el problema, éste volverá al cuerpo, para que siga generando
experiencias prácticas.
Esta alternancia se repetirá hasta que las experiencias recogidas
permitan a la conciencia resolver definitivamente
el problema o el conflicto.
INFECCIÓN = UN CONFLICTO MENTAL QUE SE HACE MATERIAL
La persona propensa a las inflamaciones trata de rehuir los conflictos.
En caso de enfermedad infecciosa, conviene hacerse las siguientes preguntas:
1. ¿Qué conflicto hay en mi vida, que yo no veo?
2. ¿Qué conflicto rehuyo?
3. ¿Qué conflicto me niego a reconocer?
Para hallar el tema del conflicto, debe estudiarse atentamente el simbolismo del órgano o parte
del cuerpo afectada.
Diccionario Jacques Martel:
Infecciones Frecuentemente relacionadas con la frustración frente a diferentes aspectos de mi
vida.
Louise L. Hay:
Causa probable: Irritación, enfado, fastidio.
Nuevo modelo mental: Elijo estar en paz y en armonía.
INFECCIOSAS ENFERMEDADES
ACTITUD NEGATIVA COMUN
Yo me he sentido furioso por la falta de amor.
La desesperanza me destruye
ACTITUD POSITIVA A ADOPTAR
Yo soy uno con el cosmos y autosuficiente. Manejo mi vida y estoy por encima de mis propias
limitaciones pues es DIOS quien me inspira.
LISA BOURBEAU
BLOQUEO FÍSICO: Una infección es el conjunto de efectos que surgen como consecuencia de la
agresión de un germen microscópico más o menos virulento.
BLOQUEO EMOCIONAL: Toda infección es un signo de fragilidad en el área relacionada con la
parte del cuerpo afectada. La persona enferma se deja invadir fácilmente por pensamientos,
palabras o gestos provenientes de los demás, que no le convienen y que le queman. No
reconoce su fuerza ni su capacidad de autoafirmación. La infección también puede producirse
en la persona derrotista o pesimista que dice: "¿Qué más da?" y que no pelea. Se dice que algo
o alguien infecto es especialmente repugnante. ¿Te acusas de ser repugnante o innoble en este
momento?
BLOQUEO MENTAL: No tienes que dejarte agredir por los demás. Tu temor a la agresión es lo
que te pone en contacto con personas o circunstancias que te parecen agresivas. Es muy
probable que lo que consideras agresivo no exista desde el punto de vista del agresor. Tienes
que volver a establecer contacto con tu fuerza interior y dejar de creer que para llamar la
atención o inspirar amor debes mostrarte vulnerable, débil o frágil. Tienes mucha más fuerza de
la que crees. Si te acusas de ser repugnante o innoble, te sugiero que revises tu definición de
estas palabras y te des cuenta de que eres injusto contigo mismo.
INFECCIÓN VÍRICA
Louise L. Hay: Causa probable: Falta de alegría. Amargura.
Nuevo modelo mental: Con amor dejo fluir libremente la alegría en mi vida. Me amo.
INFECCIOSAS ENFERMEDADES ACTITUD NEGATIVA COMUN Yo me he sentido furioso por la falta de amor.
La desesperanza me destruye ACTITUD POSITIVA A ADOPTAR Yo soy uno con el cosmos y autosuficiente. Manejo mi vida y estoy por encima de mis propias limitaciones pues es DIOS quien me inspira
LISA BOURBEAU
BLOQUEO FÍSICO: Un virus es un microorganismo visible sólo al microscopio. Sólo se pueden reproducir si se encuentran dentro de una célula viva. BLOQUEO EMOCIONAL: Cuando un virus ocasiona una enfermedad, ello es una indicación de que la persona se deja invadir por una forma-pensamiento (un elemental) que creó y que le impide ser ella misma. Para que el ser humano se deje invadir así en sus cuerpos emocional y mental debe existir algún fallo. Estos se producen sólo cuando la persona mantiene algún rencor o ira. Por lo tanto, el virus se manifiesta para ayudarle a tomar consciencia de que ese rencor o ira la enferma. Es importante que averigües qué parte del cuerpo ha invadido el virus y que observes la utilidad de esta parte para determinar el área en la cual mantienes esos sentimientos negativos.
BLOQUEO MENTAL: Si te invade un virus te sugiere que le hables como si le hablaras a otra persona, puesto que es una entidad viva. Averigua la forma-pensamiento en ti que quiere a alguien para algo. Después haz como si esa forma-pensamiento fuera otra persona que te habla y que quiere animarte a continuar estando resentido con esa otra persona. Ahora, explícale que ya no quieres mantener ese rencor, que esto te enferma y que mejor quieres aprender a perdonar. Aun cuando perdonar te sea imposible en este momento, al menos tu intención es buena, y una vez que disminuya el dolor de la herida podrás lograrlo más fácilmente. Si de ahora en adelante eres consciente de que te dejas invadir por esa formapensamiento tu cuerpo no necesitará ayudarte a que tomes consciencia por medio de un virus. Este último no tendrá razón de ser.
BLOQUEO ESPIRITUAL: Para conocer el bloqueo espiritual que te impide responder a una necesidad importante de tu SER, utiliza las preguntas sugeridas.
INFECCIONES URINARIAS CROMOTERAPIA: Descripción: Al malestar y al dolor que produce esta enfermedad se añade la incomodidad de tener que orinar continuamente. Conviene visitar al médico porque las infecciones continuas pueden terminar dañando los riñones.
Color curativo: AZUL AÑIL. Tratamiento: Debemos aplicar un masaje a las áreas que corresponden a la vejiga y los riñones en el pie izquierdo, luego a presionar los puntos del colon ascendente, descendente y sigmoides, el hígado y los riñones, además de un masaje al bazo, el páncreas, las suprarrenales, el timo, el sistema nervioso y las glándulas tiroides y pituitaria.